4-Xtremes – Parte 5: Sorpresas en la costa oeste de Finlandia

Hailuoto es una isla situada frente a la costa occidental de Finlandia, en el extremo norte del país. Hay un pequeño aeropuerto, una cervecería y sirven una «sopa de verano finlandesa» con verduras y salmón. Sin olvidar las huellas de alce que vimos sobre el suelo de arena. Pero hablaremos de ello más tarde. Primero, acompañadnos unos 750 kilómetros de regreso a la pequeña ciudad portuaria de Ekenäs, en el sudoeste de Finlandia . En ella comenzó esta etapa de nuestro World Tour, con la primera de varias sorpresas.

Desde que íbamos al colegio, sabíamos que el finés es muy difícil, y apenas se pueden deducir palabras por semejanza con otros idiomas. Por ese motivo, nos sorprendió aún más ser capaces de descifrar numerosos letreros en Ekenäs. Y es que al llegar descubrimos que, sobre todo aquí, en el suroeste, mucha gente habla sueco y las señalizaciones también están en ese idioma, lo que resulta mucho más familiar para los extranjeros. Desde entonces, hemos leído y escuchado un montón de finés, y definitivamente no entendemos ni una palabra. Ekenäs, con sus coloridas casitas antiguas de madera y su pequeño mercado central, es una excursión que sin duda merece la pena realizar.

¿Mosquitos? ¡Brillan por su ausencia!

Desde allí nos dirigimos hacia el norte, pues queríamos llegar al cabo Norte antes de las primeras nieves. Pasamos por pueblos de pescadores e idílicas zonas de acampada. Cuanto más se avanza hacia el norte, menos rocosa se vuelve la costa y aparecen más playas lisas y de arena. Los árboles no son tan altos como en el sur y aumentan los páramos. Por suerte, todas las regiones que hemos visitado hasta ahora tienen algo en común: apenas hay mosquitos.

En un lugar cerca de la playa donde pasamos la noche, Mike quería revisar las pastillas de freno de nuestro Axor. La última vez que lo hizo fue en marzo de 2019, en Rusia, al cambiar los neumáticos durante nuestro primer viaje «4-Xtremes». Por desgracia, los tornillos estaban apretados tan fuertemente que, al soltar el cuarto tornillo con el multiplicador de par, la carraca se rompió en dos, a pesar de estar hecha de acero templado. Con mucha improvisación, Mike fue capaz de volver a apretar los tornillos aflojados, y tuvo que posponer temporalmente la revisión de las pastillas de freno.

Con el agua al cuello en el pantano.

Un par de días más tarde, visitamos un parque nacional en el interior y caminamos por una amplia zona pantanosa. Nuestra pastor belga malinois, Aimée, corrió directa al pantano, y se hundió de inmediato. Por suerte, pudimos sacarla del tirando de su collar. No obstante, no nos dimos cuenta de lo grande e impresionante que era el páramo hasta que pusimos en marcha nuestro dron. 

Al volver de un paseo por la playa unos días más tarde, nos recibió en nuestro campamento un lugareño con el que, desde luego, no contábamos: un soldado. Nos indicó que se trataba de una zona militar en la que se estaba realizando una práctica en ese momento. Lo que más nos llamó la atención fue que el soldado nos informara de ello con total amabilidad y se disculpara por el hecho de que la zona restringida no estuviera señalizada ni cerrada. Además, incluso nos recomendó otra playa. No nos cabe duda de que un episodio así habría transcurrido de forma muy diferente en muchos países.

Hasta entonces, exploramos la isla por antiguos caminos estrechos de leñadores, disfrutamos de la ya mencionada sopa de verano en el puerto y montamos nuestras cámaras de fauna en troncos de árboles durante nuestros paseos nocturnos siempre que descubrimos una ruta salvaje. Todavía no hemos tenido ningún encuentro con un alce, pero no perdemos la esperanza.

Fotos: 4-Xtremes