Para el trabajo entre la cantera y la obra, Manuel Ibáñez apuesta por su Arocs 4142

«Todavía recuerdo perfectamente la sensación de sentarme allá arriba. Fue increíble», afirma Manuel. Su abuelo, que trabajaba en el sector de la construcción, lo subió a su camión cuando tenía seis años.

«Naturalmente, el camión estaba aparcado, pero me impresionó mucho. Desde ese mismo momento tuve claro qué quería ser de mayor», añade Manuel.

Fiesta después de sacarse el carné.

Dicho y hecho: al cumplir los 21, Manuel se presentó al examen para el permiso de conducir de clase C. «Cuando aprobé el examen, lo celebramos en casa con una fiesta», recuerda el aragonés. De aquella, también el padre de Manuel conducía un camión, pero se dedicaba al transporte internacional.

El trabajo de Manuel está emparentado más bien con el de su abuelo. Habitualmente carga en una cantera de Huerto, en la provincia de Huesca, y se desplaza desde allí hasta la obra. Por ejemplo, lo último que ha transportado con su Arocs 4142 han sido áridos para la ampliación del tramo Huesca-Siétamo de la autopista A-22.

Siempre arriba y abajo.

Lo que más valora del Arocs es «la robustez y el confort». Puesto que Manuel tiene que salir muchas veces del camión en las obras, aprecia especialmente los peldaños y el pasamanos que le permiten entrar con comodidad en la cabina. «Esos son los detalles que le facilitan a uno la vida cotidiana».

Según Manuel, lo bueno del transporte de áridos es que entre ruta y ruta siempre hay que bajarse del camión para supervisar la carga y la descarga, lo que permite charlar con otros colegas y trabajadores de la obra. Así el trabajo no es tan monótono.

Otra ventaja: «Me encanta estar al aire libre y sentir el viento en la cara. Cuando hace sol disfruto del calor y cuando llueve me gusta mojarme».

Fotos: Begoña Tremps