Carrocerías especiales: Reinhard Windbichler y su Arocs 3363

Vehículo y tecnología

El terminator de la madera.

Reinhard Windbichler acaba en un instante con ramas, troncos y restos de poda. Su misión: producir virutas de madera. Su camión: un Arocs 3363 con una carrocería muy especial.

Reinhard Windbichler dirige el brazo de su Arocs con la ayuda de dos joysticks.


El director de cine James Cameron revolucionó en 1984 el cine de ciencia ficción con su película «Terminator». La sofisticada trama de ese viaje a través del tiempo conjugaba una inteligente crítica a la tecnología con impactantes escenas de acción, efectos especiales y una pizca de ironía. De ese último ingrediente se encargaba Arnold Schwarzenegger a base de poco texto y mucho músculo. Y quién no conoce su famosa frase de la segunda entrega de «Terminator»: «¡Hasta la vista, baby!» Debido a su éxito arrollador, la película tuvo varias secuelas. Curiosamente, una de ellas no tiene lugar en las pantallas de cine, sino en la región de Brixental, tan solo un par de kilómetros al oeste de Kitzbühel, la meca del esquí en el Tirol.

En lo alto del Sonnberg, una vez pasada la casa de huéspedes Ottenhof y con la montaña Hohe Salve al frente, se afana Reinhard Windbichler generando auténticos remolinos con su «Wood Terminator». Este tirolés de 39 años no tiene que vérselas con Kyle Reese, el soldado de élite humano, como le ocurría al «cyborg» Schwarzenegger. No obstante, la madera de pícea puede llegar a ser un enemigo nada despreciable. Ramas, troncos y restos de poda se han enredado en una masa informe.



¿Surtirá efecto a largo plazo esta estrategia? Desde luego, el abrazo de las tenazas de acero de la grúa resulta implacable. Tronco tras tronco y rama tras rama, todo acaba en la troceadora de madera del Arocs 3363, y todo lo que entra por la plataforma y el rodillo de la parte delantera es expulsado por la tobera pocos segundos después en forma de virutas. Según el fabricante, la gran efectividad de su sistema de cuchillas y hojas tritura hasta 200 metros cúbicos por hora, es decir, unos cuatro o cinco contenedores de camión llenos hasta los topes. «Un auténtico portento», afirma Adam Aigner, gerente de la empresa. «¡Cuando se pone manos a la obra, no hay quien lo detenga!»



La troceadora Mus-Max, con su acceso de 114 centímetros de ancho y 75 centímetros de alto, recibe la energía directamente de la toma de fuerza del motor del camión con un único engranaje inversor refrigerado. La competencia, en cambio, suele apostar por un mecanismo de tres engranajes, lo cual ocasiona muchos problemas de refrigeración y, con frecuencia, también una menor efectividad. Eso, desde luego, no es lo que necesita Reinhard Windbichler.

Como un piloto de combate, el tirolés se acomoda en su cabina, en el asiento invertido del acompañante. Con movimientos breves y sincronizados dirige desde los dos joysticks la grúa y el brazo mientras controla la entrada de material con un pedal. A la izquierda de su campo de visión tiene un display que le informa sobre las revoluciones, la velocidad de entrada y el tiempo de trabajo. La troceadora que tiene delante transmite fuertes sacudidas al camión, pero el «Wood Terminator» no se deja impresionar por unos cuantos troncos, por grandes que sean.

Ahí la máquina tiene algo en común con Adam Aigner: cuanto mayor es el desafío, tanto mayor es su empeño. A mediados de la década del 2000, este empresario de la localidad de Kössen tuvo que decidir si tiraba la toalla como agricultor o si, en vista de la progresiva caída de los precios de la leche, se pasaba él también a una dieta a base de hierba. Decidió convertirse en «exagricultor», así que en la primavera de 2007 combinó su Fendt 930 Vario con una troceadora de madera y entró en el negocio de producción de virutas.


Recoge los troncos y los tritura al más puro estilo Terminator.


Dos años más tarde, Aigner compraba su primer camión, un Actros de segunda mano. En la actualidad, su parque móvil se compone de un total de siete unidades. Como persona práctica que es, el tirolés se implica personalmente en todos los ámbitos de su empresa: tanto en la parte operativa del día a día como en la remodelación de los vehículos que se realiza a nivel interno.

¿Y el nuevo Arocs también lo habéis modificado vosotros mismos? «Por supuesto», afirma rotundo Adam Aigner con una sonrisa. «Al fin y al cabo, nadie sabe mejor que yo cómo debe ser esta herramienta de trabajo. ¿Y para qué gastarme todo el dinero que costaría la modificación y la carrocería cuando puedo solucionarlo a nivel interno? Además, ahora ya tenemos la experiencia recogida en otras tres modificaciones realizadas aquí.» Parece lógico.

Sin embargo, no todo el mundo se atreve a tomar una sierra en la mano y cortar un cuarto de la cabina de un Arocs nuevo, recién salido de fábrica. La reacción de Adam Aigner no es ya una sonrisa, sino que se le ilumina toda la cara. «Desde luego, no es algo que se haga a la ligera, porque un vehículo de estos cuesta mucho dinero.» Hubo que eliminar casi toda la pared posterior, la cama y la pared lateral derecha para incorporar una plataforma, los componentes electrónicos y una cámara. Se dio la vuelta al asiento del acompañante, se montó una grúa tras la cabina y justo detrás se instaló la troceadora de madera. Los trabajos duraron seis semanas. Los cristales de doce milímetros de grosor empleados en aeronáutica no solo ofrecen una perfecta visión panorámica, sino que además permiten trabajar sin polvo ni ruidos. «Y sean cuales sean las condiciones climáticas», confirma Reinhard Windbichler.


En lo alto del Sonnberg, el Arocs con el «Wood-Terminator» reduce troncos enteros a virutas de madera.


Según el display, la máquina lleva solo 26 minutos funcionando, pero del montón de madera que se había acumulado junto al camino forestal no queda más que un pequeño resto. Afinando con meticulosidad desde los joysticks, el conductor intenta ahora recoger ese último resto con la grúa y las tenazas. En la parte de atrás solo quedan algunos troncos y ramas. Un compañero ayuda a Reinhard reuniendo toda la madera en un montón, de modo que hasta el último resto acabe en la troceadora.

Reinhard Windbichler ha llenado ya dos contenedores de virutas. Mientras fuera su compañero se encarga de limpiar la plataforma y el rodillo de restos de madera, Reinhard toma la tableta de su superficie de trabajo en la parte delantera del camión. «Aquí tengo guardados todos los pedidos, incluyendo las rutas de acceso; y eso aquí en las montañas te ahorra mucho tiempo», nos explica. Y el tiempo es oro, también en el negocio de las virutas de madera; sobre todo ahora que los daños causados por las grandes tormentas en Baviera han hecho bajar los precios. Dicho esto, se pone en camino hacia su nuevo encargo. ¡Hasta la vista, baby!

Fotos: Bubu Dujmic

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