4-Xtremes – Parte 20: ¡Conseguido! Los Kammermann llegan a África

El cabo Angela es el punto más septentrional de África. No solo lo sabemos por la Wikipedia. No, pudimos disfrutar del viento en la punta rocosa de Túnez. En los próximos meses, descubriremos el continente. Como muchas otras cosas de nuestro «World Tour», cruzar el Mediterráneo fue más complicado de lo que pensábamos.

En un principio, queríamos pasar como máximo una semana en Italia, después tomar el primer ferri hacia Túnez con nuestro Axor y cumplir allí los siete días de cuarentena que se prescriben. Sin embargo, nos enteramos de que pronto anularían esa norma y decidimos quedarnos en Italia hasta que lo hicieran.

Pompeya en rojo, pero monumentos despejados en Roma.

Cerca de Salerno se encuentran los emplazamientos arqueológicos de Pompeya, un gran destino para una excursión. Sin embargo, en las provincias de Italia, las normas de confinamiento se actualizan semana a semana. Y, justo el lunes en que llegamos a Pompeya, marcaron en rojo la región de Campania, lo que supone el cierre de todos los monumentos.

En este momento, la región de Lacio, con la capital, Roma, estaban en nivel amarillo: tiendas, restaurantes y monumentos abiertos. Roma no está muy lejos de Civitavecchia, de donde salen ferris hacia Túnez, capital del país homónimo. Así que, ¡a la ciudad eterna!

Recibidos por la Guardia Suiza.

Pasamos tres días explorando Roma hasta que nos dolieron los pies. El centro casi desierto antes del atardecer tenía una atmósfera muy especial. También disfrutamos de una pizza con vistas al Coliseo. Sin embargo, lo más destacado fue una visita guiada por el Vaticano, organizada por el capellán de la Guardia Suiza, cuyo número conseguimos a través de un conocido que había sido guardia.

Fuera de Roma, exploramos la necrópolis de Cerveteri, de la Edad de Hierro. Se pueden visitar las tumbas, y los trabajadores voluntarios siguen descubriendo más, ya son cerca de 2.000. Nos sentíamos como en una película de Indiana Jones paseando por las hileras de tumbas.

Desorden y muchas preguntas.

En Civitavecchia, nos hicimos otra prueba de COVID, nos pusimos una dosis de recuerdo de la vacuna y obtuvimos un certificado médico para Aimée. También nos hicimos con comida suficiente para nuestra anciana perra y llenamos los depósitos de agua. Salimos una noche de viernes: a Túnez vía Palermo. Salimos del ferri el sábado a medianoche.

En ninguna otra frontera habíamos visto un caos semejante. Como extranjeros, tuvimos que presentarnos en una caseta en la que los pasaportes acababan desordenados por toda la mesa del funcionario jefe. Después nos llamaron y tuvimos que decir cuánto tiempo estaríamos en el país, si viajábamos con un vehículo y cuánto dinero en efectivo llevábamos.

Un duro «veredicto».

La cuestión es que, aunque la cuarentena de siete días era cosa del pasado, el funcionario quería ver una reserva de hotel, y por supuesto no teníamos ninguna. Tampoco la tenían unos amigos que habían podido viajar sin problemas unos días antes. Tuvimos que esperar afuera hasta recibir un fax del ministerio. Poco antes de las 5 de la mañana tuvimos nuestro «veredicto»: ¡de vuelta a Italia! Y todo por no tener reserva, a pesar de viajar en una camper.

Durante un cuarto de hora reinó una gran confusión: otros viajeros a los que habían rechazado exigían que les dejaran entrar. Los funcionarios esperaban órdenes. El responsable del ferri trató de negociar por todos. Discusiones en árabe, francés e italiano. La aduana quería dar la jornada por finalizada, el ferri esperaba. Finalmente, el funcionario jefe nos envió de vuelta a nosotros y ocho vehículos más.

«Armados» con documentos y confianza.

Cuando nos detuvimos en el ferri, ya habían soltado las amarras. Muertos de cansancio, nos dejamos caer en la cama de la cabina a las 6 AM. Después de un total de 60 horas en el ferri, estábamos de vuelta en Civitavecchia. Fuimos a la playa en la que habíamos acampado antes del viaje y todavía no nos podíamos creer lo que había pasado.

¿Qué hacer? En una frontera nacional, lo habríamos intentado de nuevo. Pero, ¿repetir ese largo viaje? Al principio no teníamos ninguna motivación. Pero, después, nos dijimos que sería una lástima no empezar de nuevo. Así que, cuatro días más tarde, nos presentamos de nuevo en el puerto. El responsable de carga nos reconoció y bromeó diciendo que volveríamos con él otra vez. Pero, esta vez íbamos «armados»: con todo tipo de documentos y confianza.

En esta ocasión, todo fue más rápido tras nuestra llegada y, en una hora, teníamos los sellos en el pasaporte. Sin embargo, los funcionarios de la frontera no querían ponérnoslo tan fácil: control del vehículo, tres funcionarios que debían sellar varios papeles cada uno, traslado a otro puesto para entregar y obtener otros papeles que también tuvieron que sellar varias veces. Todo con una desagradable sensación en el estómago.

Fotos: 4-Xtremes